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Vivimos en un mundo convulsionado a nivel político y social, un nuevo orden toma fuerza ante la falta de cooperación entre Estados Unidos y China, y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha acelerado aún más la conformación de los bloques económicos.
La falta de cooperación internacional quedó en evidencia desde la pandemia, momento en el cual los diferentes países, inclusive del mismo continente, aplicaron medidas disímiles que terminaron afectando la región.
Para Latinoamérica vemos que, en medio del contexto global, las cuentas fiscales de varios de sus países se han beneficiado al igual que sus cuentas externas, viéndose como una región ganadora en términos relativos.
Sin embargo, los choques de oferta siguen presionando el costo de vida de la región y con esto el descontento social, que venía desde antes de la pandemia, dado el incremento de la desigualdad en la región.
Podríamos estar expuestos a mayores volatilidades en los mercados con los cambios de derecha a izquierda, así como una mayor dificultad para satisfacer las necesidades de los votantes, dado el gasto expendido que tuvieron los Gobiernos durante la pandemia y los intentos de reducción de precios a través de regulaciones y exenciones tributarias.
Adicional a esto, la euforia colectiva se ha tornado más intensa, pues si bien después de dos años de aislamiento, claramente las personas queremos vivir de otra manera y esto debería repercutir en nuestro comportamiento y nuestras exigencias, hoy en medio del reclamo social no queda claro cuál es el verdadero cambio que estamos pidiendo en Latinoamérica, no solamente porque cada país tiene sus propias particularidades que no permiten generalizar las causas a nivel regional, sino también por la mezcla de cambios que se reclaman al tiempo.
Por un lado, desde un nivel estructural, la ciudadanía exige un mejor funcionamiento del estado y la garantía de los derechos fundamentales de las personas. Por otro lado, hay un clamor emergente en temas de realización personal, la brecha digital que se agudizó con la pandemia, temas ambientales y de calidad de vida.
Es por esto que, en medio de un contexto difícil y convulsionado, es importante comprender cuáles son los elementos subyacentes que hay detrás y cuáles son los desafíos y oportunidades que tiene nuestra región, así como esto transciende en el clima de los negocios de América Latina.
Desde el riesgo, evidentemente tenemos un panorama con muchas preguntas e incertidumbres, pero desde el punto de vista de la oportunidad, claramente tenemos toda la potencia para hacer parte de la transformación y construir entre todos ese tejido social del que somos parte.
Ahora, desde la construcción de portafolios de inversión también consideramos que se abren oportunidades tácticas interesantes, en donde la selectividad sectorial puede jugar un papel importante en el asset allocation.
En la renta variable hemos financiado acciones del sector energía, bajando la exposición en tecnología, hemos preferido el value respecto al growth y estamos atentos a los beneficios en el corto plazo que el conflicto entre Rusia y Ucrania ha generado para países como México, Brasil y Colombia.
En el corto plazo, seguiremos viendo atractivos en los precios de los commodities, especialmente el petróleo, pero desde una visión más estructural de largo plazo, el cobre puede seguir siendo demandando para la implementación de proyectos solares y eólicos.
Si bien se han moderado las expectativas de crecimiento en los países ante una política monetaria más contractiva y existe una mayor vulnerabilidad fiscal y de cuenta corriente, Latinoamérica sigue presentando buenas perspectivas en la dinámica del crédito, pues la fuerza laboral tiene una menor dependencia del canal de crédito respecto a otras regiones y hemos visto oportunidades interesantes en deuda privada, principalmente en investment grade y high yield.
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Así mismo, en los portafolios que lo permitan, los activos alternativos son una buena opción como cobertura frente a la inflación, mientras que en la renta variable se sigue transando a múltiplos históricamente bajos, lo cual también representa una oportunidad.
Aunque Latinoamérica seguirá teniendo sus problemáticas, tiene un gran potencial y un papel importante en un portafolio global en términos de rentabilidad.
